Hoy es el día de la Patrona de Cádiz, la Virgen del Rosario, día festivo, día de descanso. Me he levantado un poco más tarde que de costumbre, a las ocho. Desde la ventana mire la playa y decidi bajar. He corrido, por la orilla, con mi clásico trote cochinero hasta pasado el histórico Ventorrillo de El Chato, no he batido ningún record.
El mar era un plato, no había nada más que una tenue brisa refrescante, era impresionante la mañana. Contra estres, depresiones, etc. yo receto, en vez de tantas pastillas, un paseo por nuestra playa, además no cuesta dinero.
Una vez terminada la carrera, me adentre por la zona rocosa situada enfrente del Ventorrillo, que al estar en hora de bajamar y con un coeficiente bastante grande de marea, estaba totalmente al descubierto. Estaba practicamente sólo, a lo lejos había un pescador de caña, en las últimas rocas, y algo más cerca un mariscador. La Playa se veía distante, estaba fuera del istmo, gozando de una sensación de paz y libertad enorme, metido en plena naturaleza, observando como pequeños peces habían quedado en las pozas, entre las rocas, gusanas y algas de diversos tipos.
He vuelto hacía mi casa, caminando, me he encontado en el Paseo Marítimo con unos amigos y ya me he encontrado la realidad, los problemas que vienen en la prensa, la playa con los restos de los perritos (recuerdo para sus dueños), un helicoptero de la policía sobrevolando el mar (buscando pateras o droga), en fin lo cotidiano en nuestras vida urbana.
Cádiz tiene esa dualidad, se puede pasar de lo urbano a lo natural en dos pasos. Defendamos nuestras playas, usémoslas, aumentará nuestra calidad de vida. Seremos más felices.
RAMON SANCHEZ HEREDIA
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