La sociedad sigue su vibrante ritmo. Vivimos cada día más acelerados, un mundo desenfrenado cada vez menos sensible, menos humano. Recuerdo que las muertes de mis progenitores me dejaron el mal sabor de ver como nada paraba, pese a mis sentimientos, como dicen los actores "la función continúa". Personalmente, sigo resistiéndome a esa carrera, creo que el ser humano vale mucho más que cualquier cosa, si es necesario prefiero parar, "perder el tiempo", y olvidarme de otras cosas más rentables para la mayoría.
A Laura no la conozco, por culpa de un suplemento de un diario, me he acordado de ella, no sabía como estaba, creía que había salido adelante de sus heridas. Laura era un auxiliar administrativa, que con sus veintiseis años iba regularmente a su trabajo, una empresa de alquiler de coches de Madrid. Debía tener las ilusiones propias de la edad, su ganas de jarana, de vivir, de tener un futuro y disfrutar.
Laura una mañana todo se le fue, desde aquella mañana esta en estado vegetativo permanente. Todo por coger un tren un día y a una hora, en que unos asesinos decidieron actuar. Hace tres años que esta así, desde aquella mañana trágica del 11 de marzo de 2004. Una víctima que no se ha enterado que el pasado mes de enero cumplio veintinueve años, no ha podido celebrarlos con sus amigos y familiares.
La sin razón de la violencia dejo muchos números premiados en Madrid, aquella mañana desgraciada, a ella le toco uno de los peores, el de la lenta muerte, el de la muerte en vida. ¿Puede existir un ser humano capaz de propiciar esta barbarie a sabiendas?.
El Gobierno le dió una Medalla del Trabajo, ¡¡que gran idea¡¡, ¿para que?, que le puede importar a ella una medalla, en la sala de enfermos terminales donde esta. ¡¡Que alejados están de la realidad del hombre de la calle y de la vida misma¡¡.
Laura me ha servido para preguntarme por el estado de las víctimas y familiares del 11-M, del atentado de Barajas, de cualquier atentado sin diferenciar, incluido los del GAL. Cuantas vidas destrozadas, desde esas viudas y huerfanos, a los que pasaban o vieron las consecuencias de la violencia y quedaron marcados para todas sus vidas. Sin olvidar, al pobre anciano que tras dos meses en una UCI, murió por la ingesta de humo de un incendio de un cajero automático que, por desgracia, estaba debajo de su vivienda, mientras que las cabezas sesudas estudían si es o no es un acto de terrorismo, ¿paradójico?, no, vergonzante.
Mientras los dos grandes partidos, buscan reditos políticos del terrorismo y de toda la violencia, yo suplicaría que no flagelen más a las víctimas, que no dividan incluso en dos a sus asociaciones y que no las olviden. Laura sigue ahí, al igual que sus padres. ¿Tan difícicl es sentarse en una mesa y buscar soluciones entre todos y para ellos?.
Por lo que estamos viviendo, alzo un grito por la dignidad de las víctimas y en contra de todo tipo de violencia. Si nos creemos una sociedad avanzada ellos deben de ser en nuestra sociedad "los hijos predilectos".
Esta noche me siento un poco Laura y sus padres, con ella se nos va algo de nosotros, nadie se puede sentir ajeno a esta tragedia, todos perdemos algo. La vida continúa, como la función, pero todos podemos tener un instante para recordar a todas las víctimas sin exclusión alguna y por lo menos dedicarles un momento de silencio, los que creemos nuestra humilde oración. Haciendo esto, recuperamos el sentido de lo humano, pues lo peor de la violencia, es que al convertirse en habitual, al promover los recortes de derechos, nos van convirtiendo en seres menos libre y menos humanos, por ello, ¡¡cuidado¡¡ todos estamos perdiendo, todos somos víctimas de sus acciones.
Un beso a Laura y a sus padres.
RAMON SANCHEZ HEREDIA
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