El verano es una época buena para apreciar la naturaleza. Los ritmos frenéticos que envuelven nuestras vidas, parecen como si frenaran, aunque las vacaciones tal como se plantean, para muchos que siguen las modas, siguen el mismo ritmo maléfico.
En Cádiz tenemos el mar, la mar, una plenitud que nos rodea, que impulsa precisamente a la relajación de todos, es un resumen cercano de toda la naturaleza, de todo lo vital. Hoy era desde la orilla al infinito del firmamento una balsa, sin ondulaciones siquiera, verlo era un reclamo de paz, de sosiego, pero sin embargo, todos sabemos, y algunos admiramos, como ese mismo mar, en esta misma orilla, puede ser la violencia más absoluta, la fuerza imparable, que se ha llevado y se llevará muchas vidas.
Este mar, al que agredimos continuamente vertiendo toda clase de basuras, empezando por los restos que dejamos en las arenas de las playas, puede ser un reclamo a entrar en nosotros mismos, para mejorar lo mejor de cada uno de nosotros. Es un mensaje real, observaba esta mañana, como eran bastantes las personas que leían libros en la playa, una buena señal en una sociedad tecnológica donde cada día se lee menos. Una señora leía un libro con un título, según pude atisbar, sobre los aspectos emocionales, yo leía uno sobre pensamientos morales de un escritor. Esta claro que si aprendemos a abrir nuestros ojos y nuestros corazones, el verano además de descanso físico también podría serlo interior.
En Cádiz tenemos el mar, la mar, una plenitud que nos rodea, que impulsa precisamente a la relajación de todos, es un resumen cercano de toda la naturaleza, de todo lo vital. Hoy era desde la orilla al infinito del firmamento una balsa, sin ondulaciones siquiera, verlo era un reclamo de paz, de sosiego, pero sin embargo, todos sabemos, y algunos admiramos, como ese mismo mar, en esta misma orilla, puede ser la violencia más absoluta, la fuerza imparable, que se ha llevado y se llevará muchas vidas.
Este mar, al que agredimos continuamente vertiendo toda clase de basuras, empezando por los restos que dejamos en las arenas de las playas, puede ser un reclamo a entrar en nosotros mismos, para mejorar lo mejor de cada uno de nosotros. Es un mensaje real, observaba esta mañana, como eran bastantes las personas que leían libros en la playa, una buena señal en una sociedad tecnológica donde cada día se lee menos. Una señora leía un libro con un título, según pude atisbar, sobre los aspectos emocionales, yo leía uno sobre pensamientos morales de un escritor. Esta claro que si aprendemos a abrir nuestros ojos y nuestros corazones, el verano además de descanso físico también podría serlo interior.
RAMON SANCHEZ HEREDIA
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