En la historia del ser humano, este siempre ha mantenido una gran inquietud, una gran pregunta, su propia existencia. El comienzo y el fin de la vida, marcan la existencia de cada uno de nosostros, son los dos extremos, a los que nos queremos agarrar. Es nuestra propia naturaleza humana.
Recuerdo dos ejemplos recientes, de esta lucha por la existencia; el primero, el embrión de pocas semanas que lucha por crecer, por la vida, y que no lo logra, y el segundo, la anciana de ochenta y ochos años que supera varios infartos, con sus pocas fuerzas pero con su gran vitalidad.
Si el embrión, que nadie conoce pero si siente, causa una decepción y dolor por su corta existencia, ya no sólo a la mujer que lo portaba y a su pareja, sino también a los seres más cercanos a estos, esto implica que desde el primer esbozo de una existencia, simplemente esa expectativa, es suficiente para generar una posibilidad de modificación de la existencia de grupos de seres humanos, incluso, quién sabe, de toda la humanidad.
Si la anciana, lucha por aferrarse a la vida, compiendo los criterios científicos, conmoviendo a familiares y personas cercanas, creándonos dolor, inquietud y emociones encontradas, demuestra que la existencia hasta el último momento nos impica a todos.
La existencia, en cualquiera de los dos casos, vienen a demostrarnos la futilidad de todo lo que nos hemos inventado y anteponemos a la propia existencia. Una existencia que no puede estar basada en el individualismo sino en lo colectivo, pues nadie vive en el vacio sino en conexión con los demás, aunque no los conozcamos, pero si los sentimos, pues repercuten en nuestras vidas y viceversa. Si nos dieramos cuenta de esta interacción, siendo consecuentes con ella, haríamos que todas nuestra existencias fueran mejores, más felices, con más amor, por encima de todo lo demás.
¿Cómo?, yo entiendo que por medio de valores y principios.
Como escribió John Done, "Nadie es una isla, completo en si mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas la pregunta por quién doblan las campanas; doblan por tí".
Por ello, las campanas sonaron y sonarán por mí, por el embrión y la anciana, y si lo piensas también por tí.
RAMON SANCHEZ HEREDIA
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